¿Sabías que la intolerancia tiene sus raíces más profundas desde que somos insertados en un proceso educativo llamado vida?
Desde el nacimiento, adquirimos valores y actitudes a través de la educación que recibimos en nuestra familia, escuela y sociedad.
Todos estos procesos educativos se transforman en condicionamientos que se vuelven códigos en nuestro desarrollo. Este fenómeno es un hecho social en el que crecemos y nos desarrollamos, pasando por una diversidad de acontecimientos culturales, familiares, tecnológicos, entre otros. Es aquí donde necesitamos un criterio mucho más amplio para poder transformar esos condicionamientos educativos en un proceso fundamental, en el que lo que impera es el equilibrio entre la ética profesional y la moral pública, es decir, entre lo que es bueno para mí y lo que es bueno para los demás.
Esto puede ser la causa principal de un conflicto, ya que al querer tener la razón por encima de la opinión de otra persona, empezamos a emitir juicios de valor y a confrontar al otro desacreditando sus puntos de vista y opiniones personales. Al mismo tiempo, no tenemos la empatía necesaria para comprender que la otra persona también tiene sus propios códigos educativos.
La capacidad de aceptar y respetar las diferencias, ya sean culturales, religiosas, ideológicas o personales, es fundamental para la convivencia pacífica y el progreso social.
¿Qué podemos hacer para lograr tener armonía en nuestras relaciones?
La principal característica es entender la empatía como esa gran capacidad de comprender al otro individuo, con sentimientos y pensamientos que lo llevan a reaccionar según sus propios códigos o condicionamientos educativos.
En un mundo que se presenta cada vez más diverso, la empatía se convierte en un componente esencial para la convivencia armoniosa y el bienestar general. En esta parte social, el libre albedrío es fundamental, ya que es el ejercicio de una doble capacidad de la conciencia humana: la conciencia crítica y la conciencia autocrítica. De este doble análisis surge la toma de decisiones y el respeto hacia el juicio de los hechos. Cuanto menos libre albedrío existe, más reacciones hay en juicios de valor; es decir, cuando alguien está tan condicionado que tiene cero libre albedrío, intenta imponer su propia verdad como absoluta, sin respetar al otro, llegando así a la intolerancia.
Cada quien tiene la máxima libertad de creer lo que quiera creer. La única forma de tener respeto es respetando a los demás. Necesitamos respetarnos porque la intolerancia es la raíz de la violencia.
¿Y cómo se construye la tolerancia?
A través de la conciencia autocrítica y la conciencia crítica, es decir, ejerciendo el libre albedrío. La tolerancia se crea, es "un acto de conciencia".
Desde la perspectiva de la Semiología de la Vida Cotidiana, la definición de Tolerancia es: "La convivencia armónica de las diferencias" (ARS).
No basta con ser tolerante; es necesario crear una cultura de tolerancia, porque así podemos aceptar la percepción de las diferencias como abundancia. “No juzgo tus diferencias; al contrario, agradezco por ser diferente y mostrarme que hay más perspectivas de ver las situaciones con distintos puntos de vista, y eso me enriquece. Quiero entender tus diferencias”.
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