La Isla del Carmen, situada frente al puerto de Loreto, forma parte de su geografía e historia. La explotación de las salinas de la isla. Fue durante buena parte del siglo XIX y XX, una de las principales actividades productivas. Esta es una pequeña parte de su historia: Una de las primeras referencias a la Isla del Carmen proviene del periodo misional. Se trata de una descripción realizada por Miguel del Barco, responsable de la construcción de la misión de San Francisco Javier, en la Sierra de la Giganta. Entre sus relatos se encuentra uno dedicado a las salinas, en el que destaca la de la Isla del Carmen: "Entre varias salinas que existen en California, tiene el primer lugar, con gran ventaja, la que se halla en la isla llamada del Carmen, que está enfrente de Loreto y distante de él cuatro leguas. Esta isla no solo está despoblada de gente, sino también de animales, a excepción de ratas y de víboras, de las que hay mucha abundancia. La falta de agua que padece la isla sin duda es la causa de estar despoblada." La observación de Miguel del Barco se refiere a la inexistencia de una ocupación permanente por parte de los grupos indígenas que habitaban la región. No obstante, la presencia de concheros (sitios de desecho de conchas y moluscos) en las islas cercanas a Loreto, incluida la Isla del Carmen, apunta a una presencia esporádica, propia de los grupos cazadores-recolectores. Un apunte importante de Miguel del Barco respecto a la salina de la isla consiste en una descripción de su pureza y belleza paisajística: "Es muy blanca, hermosa y pura esta sal, sin la menor mezcla de tierra, arena o alguna otra cosa, y de mucha actividad. Está compuesta y como amasada de pedacitos que tienen alguna apariencia de cristal.
Por eso, y por su blancura, el reflejo del sol en las salinas es tan grande que deslumbra y no deja trabajar a los que van a sacar sal; es necesario aguardar a que el sol esté cercano a trasmontar para poder hacer su maniobra, o bien por la mañana, a la hora correspondiente." Sobre la extracción de la sal, el misionero jesuita consigna: "Córtanla con barras y sacan los pedazos del tamaño que desean, pues toda la salina está de una pieza. Y, aunque la sal es sólida y dura, no tiene la dureza de la piedra, por lo que se deja tostar y moler sin especial dificultad. Comúnmente cortan los pedazos con la forma de unos grandes adobes, para que un hombre pueda cómodamente llevar uno al hombro hasta la playa. Tras haber cargado una canoa o lancha de sal, el hoyo que resultó de haberla sacado se cubre en pocos días, llenándose enteramente de nueva sal, como si nada se hubiera extraído. Dicen los que la han observado que, si llegara una gran flota de treinta navíos, o de muchos más, todos podrían cargarse rápidamente de sal. Y, si después de ocho o diez días llegará otra flota semejante, con el mismo fin, también podrían cargarse sin demora, ya que la salina estaría nuevamente llena y completa, como la primera vez."
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